San José trabajó para servir al Hijo de Dios y a su Madre.
Nada sabemos del producto material de su trabajo, ni nos han llegado los objetos que habrá fabricado o reparado; pero sí conocemos que su tarea sirvió a la obra de la Redención.
José enseñó a Jesús el oficio al que dedicó largos años de su vida, y trabajó profundamente unido a quien, ya en esos momentos, nos estaba redimiendo.
Con su trabajo, edificó el hogar de Nazaret en el que había de crecer Jesús, hogar que es imagen de la Iglesia.
No desatendió nunca la Familia por dedicarse a su trabajo de artesano, o por el cansancio de la jornada, sino que lo puso enteramente al servicio del Hijo de Dios y de la María Virgen y no les privó de las atenciones propias del cabeza de familia.
Y su trabajo, lejos de verse empequeñecido por las exigencias que le imponían esas atenciones —viajes, cambios de país y de domicilio, dificultades y peligros— se vio infinitamente enriquecido.
¡Qué gran lección para quienes fácilmente nos dejamos fascinar por el deseo de afirmación personal y por el éxito en el trabajo!
La gloria de San José fue ver crecer a Jesús en sabiduría, en edad y en gracia, y servir a la Madre de Dios.
Las horas de esfuerzo continuado del santo Patriarca tenían rostro.
No terminaban en una obra material, por bien hecha que estuviese, sino en el bien de Jesús y María. Eran cauce para amar a Dios en su Hijo y en su Madre.
Dios nos ha dado también la posibilidad de descubrirle y amarle, sirviendo a la familia con nuestra tarea profesional.
Muchas personas colocan fotografías de sus seres queridos en la mesa o en el lugar de trabajo, el cristiano pone también algo que le recuerde el sentido divino del amor humano: a veces un crucifijo, o una imagen de la Sagrada Familia, u otro recordatorio oportuno, según el lugar en el que se encuentre, porque si hay amor a Dios entonces se unen familia y trabajo.
Da pena ver personas interiormente divididas, que sufren inútilmente. Las obligaciones familiares les parecen un obstáculo para crecer profesionalmente. Tratan de conciliar multitud de compromisos que no son compatibles y se lamentan de que no tienen tiempo para la familia. Pero tantas veces no es tiempo lo que les falta, sino un corazón ordenado y enamorado.
El ejemplo de San José puede ayudarnos a todos. El cuidado de la Sagrada Familia y el trabajo de artesano no eran ámbitos incomunicados, sino una misma realidad. El amor a María y a Jesús le llevaba a trabajar, y con su trabajo servía a la Sagrada Familia.